miércoles, 23 de septiembre de 2015

Clínica diferencial del autismo y la psicosis infantil. Por: Alejandro Olivos

CLINICA DIFERENCIAL DEL
AUTISMO Y LA PSICOSIS INFANTIL
Por: Alejandro Olivos*

« A medida que el número de descripciones de niños
psicóticos aumenta, dos síndromes claramente
distinguibles  aparecen: por una parte el autismo
 infantil precoz,  por otra la esquizofrenia infantil. »
Frances Tustin[1]

La diferenciación entre autismo de tipo Kanner y psicosis infantil –clásica en psiquiatría y regularmente observada en la clínica– se ha disuelto hasta el punto de desaparecer de la mayoría de los trabajos, publicaciones y clasificaciones actuales. Las nociones de “espectro autista” o de “trastornos generalizados del desarrollo” no toman en consideración la antigua psicosis o pre-psicosis infantil, la cual ya no aparece más como síndrome específico en las clasificaciones actuales –DSM-IV o CIE-10–. Resulta sorprendente esta desaparición, siendo que la experiencia clínica pone de manifiesto de manera regular cuadros clínicos específicos, diferenciados y autónomos.
El síndrome descrito por Leo Kanner bajo la denominación de Autismo infantil precoz se caracteriza justamente por la precocidad de la aparición de los síntomas, los cuales se manifiestan desde el inicio mismo de la vida. De este modo, la edad de aparición de los trastornos se constituye como uno de los principales criterios diferenciales entre autismo y psicosis infantil, tal como lo señala Leo Kanner en su artículo princeps de 1943 titulado Autistic disturbances of affective contact:
« Incluso en los casos más precoces de irrupción de la esquizofrenia infantil, incluyendo la demencia precocísima de Sancte de Sanctis y la demencia infantil de Heller, las primeras manifestaciones observables estaban precedidas de dos años de desarrollo esencialmente normal. Las anamnesis ponen el acento en un progresivo cambio de comportamiento del niño.
Los niños de nuestro grupo, en cambio, han manifestado un extremo retraimiento desde el inicio de sus vidas, ignorando todo aquello que venía del mundo exterior. »[2]

La edad de aparición del cuadro clínico permite entonces establecer la delimitación de dos categorías dentro del marco de los síndromes psicóticos precoces: por un lado, el autismo de tipo Kanner, y por otro las llamadas “formas regresivas precoces”.
La categoría clínica de las “formas regresivas precoces” ha sido promovida por la corriente paidopsiquiátrica francesa para dar cuenta de aquellos síndromes cuya sintomatología sobreviene después de un período de desarrollo normal. Las modalidades de aparición del cuadro clínico se caracterizan por un inicio brutal o insidioso, entre el segundo y el tercer año de la vida, inserto en un proceso que rompe con la línea del desarrollo acarreando una pérdida de las adquisiciones y una ruptura del contacto con la realidad. Una deterioración psicótica sobreviene entonces, a lo largo de los estadios críticos del desarrollo o de períodos sensibles ligados a las relaciones con el entorno, a factores exógenos, condiciones de vida modificadas, o bien luego de una separación o un traumatismo afectivo. La sintomatología comprende trastornos psicomotores –estereotipias y manierismo– de tipo catatónico, trastornos del lenguaje y de la esfera afectiva, risas inmotivadas, actitudes de bizarrería, crisis de pánico y accesos clásticos de cólera. La evolución del cuadro clínico se caracteriza por una regresión con reaparición de comportamientos arcaicos, conduciendo rápidamente a un estado demencial.
Con esta categoría clínica –y con estos presupuestos teóricos– la corriente paidopsiquiátrica francesa retoma los cuadros clásicos de la demencia precocísima –descrita en 1908 por Sancte de Sanctis a partir de la dementia praecox de Emil Kraepelin[3]–, la demencia infantil –presentada por Thomas Heller en una monografía de 1909 consagrada a la demencia en el niño[4]– y la esquizofrenia infantil –noción introducida en 1933 por Howard Potter a partir de los trabajos de Eugen Bleuler, articulados al concepto psicodinámico de regresión[5].
La edad de inicio y las modalidades de aparición del cuadro clínico, como criterios diferenciales entre autismo y psicosis infantil, serán retomadas en los años cincuenta por Margaret Mahler en su conceptualización de la “psicosis simbiótica”. Inspirada por la corriente de la Ego-psychology –promovida en los Estados Unidos por Heinz Hartmann– y apoyándose en el concepto de “separación-individuación”, Margaret Mahler aísla una forma clínica que denomina “síndrome simbiótico”:
« Durante la primera presentación de mi ensayo sobre la psicosis infantil en Amsterdam en 1951, mantuve una distinción muy neta entre los dos tipos de psicosis infantil, el “síndrome del autismo infantil” y el “síndrome simbiótico”.
El autismo infantil precoz representa una fijación o una regresión a esta primera fase de la vida extra-uterina, la más primitiva, aquella que hemos llamado la fase autística normal. El hecho que la madre, como representante del mundo exterior, no parezca en absoluto ser percibida por el niño constituye el síntoma más evidente. […]
El síndrome simbiótico representa una fijación, o una regresión a un estadio más diferenciado del desarrollo de la personalidad que el síndrome autístico: es decir al estadio del objeto parcial que aporta satisfacción de las necesidades. Por lo tanto, en aquellos niños presentando una psicosis esencialmente simbiótica, los cuadros clínicos son infinitamente más complejos, matizados y variables que en los casos de autismo infantil precoz. »[6]
 
Formada en la Tavistock Clinic y de inspiración kleiniana, Frances Tustin, retomando la noción de “autismo normal” avanzada por Margaret Mahler para caracterizar las primeras semanas de la vida, propone una sistematización por tipos de autismo. De este modo, separa el “autismo primario normal” del marco del autismo propiamente patológico o “secundario”, en el cual distingue dos formas clínicas: el “autismo secundario encapsulado” y el “autismo secundario regresivo”:
« En el estado actual de nuestros conocimientos sobre las psicosis del niño, un diagnóstico diferencial, según el tipo de autismo, constituye una manera provisoria y útil de clasificar los desordenes psicóticos de la infancia, sobre la base de un rasgo crítico de su psicodinámica.
A medida que el número de descripciones de niños psicóticos aumenta, dos síndromes claramente distinguibles aparecen: por una parte el autismo infantil precoz, por otra la esquizofrenia infantil. […]
Para precisar a qué tipo de autismo pertenece cada uno de estos síndromes, podemos decir que el autismo infantil precoz entra en la categoría del autismo secundario encapsulado, y la esquizofrenia infantil en la categoría del autismo secundario regresivo. »[7]

En el caso del “autismo secundario encapsulado”, se trata de una inhibición como mecanismo de defensa, de una prolongación anormal del autismo primario. El retraimiento que presenta el niño se manifiesta desde el inicio mismo de la vida, mientras que en el caso del “autismo secundario regresivo” se trata de una dislocación que sobreviene después de un período de desarrollo normal:
« En ciertas condiciones patológicas, pareciera que el desarrollo haya seguido un curso normal, pero reposa sobre bases muy inestables. […] En un cierto momento el desarrollo del niño se disloca y sobreviene una regresión de la personalidad, la cual casi no se había desarrollado. »[8]

Se trata en este caso de una “regresión como mecanismo de defensa”, según la concepción de Frances Tustin. El síndrome aparece de manera insidiosa, en el choque emocional posterior al destete, al nacimiento de un hermano, la separación de la madre o algún otro tipo de traumatismo.

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