sábado, 10 de agosto de 2013

Discapacidad, ¿Quien habita ese cuerpo?

Discapacidad, ¿Quién habita ese cuerpo?
Paulina Salinas Olivares

                              CEIP

Este trabajo surge tras la participación en el Cartel organizado por CEIP de Santiago de Chile, con Rosa Lagos y Silvia Macri como coordinadoras, preparando la participación en el IV Encuentro Americano del Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana, La Clínica Analítica Hoy: el síntoma y lazo social.
 Bajo el título “Discapacidad, ¿Quién habita ese cuerpo?, se abre la reflexión sobre la función del psicoanalista en las Instituciones Interdisciplinarias. Se desarrolla la idea de que el campo de acción de un psicoanalista es sobre un sujeto de deseo particular, y sobre un cuerpo de lo que se goza, y que ha sido marcado por el lenguaje, a diferencia del cuerpo físicamente enfermo, con el que trabaja el saber médico. Por lo que este trabajo se inserta en la mesa redonda del Encuentro: “Modalidades Institucionales de Recepción de los Síntomas” dirigida por Irene Kuperwajs.

Palabras Claves: Institución-Psicoanálisis-Cuerpo-Discapacidad-Escucha                                                                                            
            Hoy por hoy nos encontramos insertos en una sociedad que a cada segundo se encuentra produciendo distintos tipos de saberes, de los cuales el saber tecno-científico lleva las de ganar. Desde la neurobiología, se ha encontrado el asiento de la moral, la racionalidad, la memoria (lugar que albergaría Lo Traumático), entre otras, y por lo tanto se piensa que cualquier problema conductual, puede ser abordado desde el saber médico, ya que son ellos los que pueden administrar hormonas, neurotransmisores, o incluso manejar la genética. Que mejor ejemplo que el de la Oxitocina considerada hoy como la hormona de la generosidad, vinculada a diferentes momentos, como el enamoramiento, el orgasmo, el amor maternal, y claro, la confianza. Bajo este contexto, es posible ver que a nivel del cuerpo, y sus circuitos neuronales, el psiquismo se esfumó.
Más cerca de la experiencia psicoanalítica, hablamos de acontecimientos del cuerpo en tanto el significante es causa de goce. Hablar de cuerpo como aquello de lo que se goza, y de un inconsciente que cifra goce, es hablar del ser hablante y de las marcas de goce que el lenguaje produce. Por lo tanto, nuestro objeto de estudio, no es la alteración a nivel neuronal, sino un sujeto de deseo, bañado por los significantes que para bien o para mal, lo han constituido.

            Ahora, lo que es indiscutible es que el psicoanalista no trabaja solo, ni aislado de la sociedad, y el ejercicio crítico de la interdisciplina conlleva una especial dificultad debido a que siempre nos encontramos con algún punto de imposibilidad al intentar sostener la práctica, sobre todo cuando nos encontramos frente a discursos heterogéneos. Es por eso que deben saldarse las diferencias y reconocer el verdadero valor de nuestros conceptos. En relación al psicoanálisis, implica poner a trabajar su propio límite para así producir un discurso, que tenga consecuencias tanto para fuera del
psicoanálisis como hacia adentro. Surge la pregunta, ¿Qué posibilidad tiene el psicoanálisis en las instituciones médicas estatales?
            En una institución médica nos encontramos en territorio base del saber tecno-científico, y el psicoanálisis puede hacer su aparición y sostenimiento, por medio de la escucha del discurso del paciente, inserto en una institución de salud. En donde se pueda pesquisar y rescatar lo singular del sujeto dentro de su estructura. Haciendo así la diferencia con el saber médico, gracias a la posibilidad de realizar una guía de la escucha y no de la mirada. Las instituciones tienden a tapar la falta, bajo la idea de “hacer el bien”. A diferencia del psicoanálisis que se constituye aceptando lo real de la falta. El aporte que puede proponer el psicoanálisis al campo interdisciplinar, en este caso médico, es el de otra lectura del dolor, una lectura del padecer de un sujeto inmerso en un cuerpo enfermo.
En lo personal, parte de mi formación se ha visto tocada por el entrecruzamiento entre el saber médico, y el psicoanalítico, debido a que trabajo en el Instituto Nacional de Rehabilitación Pedro Aguirre Cerda, ubicado en Santiago de Chile. En donde constantemente es posible observar la dificultad para sostener la práctica, cuando se trabaja con niños con serios problemas neuromotores, en el contexto médico. Y es en este punto que quisiera retomar la pregunta planteada anteriormente, y agregar, ¿Qué posibilidades existen para trabajar con niños con serios déficits neuromotores, desde el psicoanálisis? Partamos por aceptar que el abordaje analítico con estos pacientes no es tarea sencilla, muy por el contrario. Creo que la posibilidad de ir delimitando cuales son las dificultades, como por ejemplo, post-operatorios interminables, heridas que no cierran, inyecciones de botox, retrocesos físicos a causa de crisis epilépticas, en fin; son una serie de factores, que se van sumando al padecer de un sujeto, con un cuerpo físicamente enfermo. Lo anterior apunta a que finalmente podamos marcar que nuestro campo de acción, es sobre un sujeto de deseo particular, y no sobre un cuerpo físicamente discapacitado. Es ahí, cuando podemos decir que en última instancia, no difiere de un tratamiento psicoanalítico como se haría con cualquier niño, porque de lo que se trata es de la escucha analítica de su discurso.
            Para proseguir con la idea de la función de un psicoanalista, en el contexto interdisciplinar, quisiera hacer una detención en torno a la palabra discapacidad. La palabra discapacidad no aparece en el diccionario, ha surgido en los últimos años para dar cuenta de aquello que está por fuera de lo esperado. Sin embargo, lo que sí aparece es la proposición inseparable “dis”: que indica negación, contrariedad, separación. Esta falta de conceptualización de la palabra discapacidad, pudiese reflejar el anhelo de la sociedad, de algo así como una unidad espacial y temporal, sin fracturas. La existencia de la discapacidad quiebra la idea mítica de completud o perfección narcisista. Y aquí  retomo, para el psicoanálisis cada uno es tomado como sujeto diferente en su singularidad, más allá de la clasificación en el que haya sido incluido por el Otro, sea ésta una discapacidad o cualquier categoría diagnóstica. Si caemos en diferenciar la escucha de la discapacidad caemos en tomar a ese niño como un objeto de estudio, lo que va en desmedro del la escucha del padecimiento como sujeto particular.
Un niño con dificultades a nivel de su cuerpo, está en permanente riesgo de que su cuerpo sea tomado constantemente como objeto de especial cuidado, de estudio, o de educación. Desde el psicoanálisis, sabemos que en un comienzo todo ser hablante se constituye primariamente como objeto de los cuidados del Otro. Pero al mismo tiempo, estamos advertidos que cristalizar dicha posición conduce al riesgo de forcluir al sujeto.
            Por lo tanto, es posible plantear que nosotros como psicoanalistas, sí podemos trabajar con el cuerpo. Sin embargo, será un cuerpo, como aquello de lo que se goza, y un cuerpo que ha sido marcado por el lenguaje, y no por el daño neuronal que posea.

Tras el Encuentro…
            La participación en la mesa simultánea del Encuentro Americano, “Modalidades Institucionales de Recepción de los Síntomas”, abrió la reflexión sobre una serie de aspectos planteados por los diferentes trabajos presentados. Reflexiones que sólo comienzan a tomar forma a posteriori. Porque es sólo tras el encuentro diario con la Institución Médica, con los niños en un cuerpo físicamente enfermo, y con una maduración de las temáticas abordadas tras el Encuentro Americano, es que se abre la posibilidad de ahondar en las reflexiones planteadas en dicha mesa.
Es Irene Kuperwajs, coordinadora de la mesa, quien abre la pregunta sobre de qué se trata una escucha diferente, a qué se alude cuando se habla del eje de la escucha y no de la mirada, tal como es abordado a lo largo del trabajo.
Tras el Encuentro, tomando algunas palabras de Romildo Do Rêgo Barros quien en las Plenarias desarrolla “Síntoma, Grupo y Escuela: Time is Money”, desarrolla la pregunta en torno a ¿Cómo hacer escuchar el síntoma en La Institución?. Esta pregunta alude directamente a la función de un psicoanalista en La Institución, “Escuchar” y “Hacer Escuchar”. Y es desde aquí que quisiera retomar la idea planteada anteriormente en torno a nuestro campo de acción dentro de las Instituciones, en este caso médica.
El ofrecimiento de una escucha diferente en esta Institución se encuentra animado por el deseo de hacerse destinatario de la palabra de aquellos sujetos marcados por los efectos devastadores de un encuentro con lo real. Pacientes con dificultades para movilizarse, y necesitar del otro para poder llegar a la hora planeada, pacientes con dificultades en su hablar, hacen buscar los medios para que puedan hacer valer su “voz”, su discurso, tanto en el encuentro con el analista como con el resto del equipo, que muchas veces prefieren hacer oídos sordos frente a las dificultades.
Lo anterior hace que cada día haya que “saber escuchar” a sujetos que a pesar de tener un cuerpo físicamente enfermos continúan siendo sujetos de deseo, sujetos que demandan una ayuda, por medio de una escucha diferente. Sujetos en donde es posible desprender que el estatuto de lo traumático no está dado por la dimensión fenoménica de un acontecimiento, sino por la cualidad que adquirirá al impactar, de forma sorpresiva e inesperada en una subjetividad singular.
La escucha diferente se encuentra dada por el marco del Psicoanálisis, en donde a diferencia del contexto médico que entrega fármacos como una manera urgente de enfrentar el malestar, lo que se ofrece al sujeto con su padecer es la apertura a un espacio que posibilite el despliegue de la cadena significante, que abra un tiempo no tocado por la prisa, que permita la emergencia del sujeto dividido, que permita la interrogación por sus síntomas, que permita visualizar el camino para la rectificación subjetiva, para que así pueda comenzar a constatar que si bien el pasado condiciona, dependerá de él impedir que se convierta en condena.
            Frente a un equipo médico que constantemente se encuentra tratando de universalizar los tratamientos para las patologías con las que se encuentra, como por ejemplo por medio de manuales que explican cada aspecto que debiese pasarle a un sujeto con Traumatismo Encéfalo Craneano a lo largo de su rehabilitación (TEC), la apuesta que se hace es la de defensor de la particularidad de cada sujeto, tratando de recordarle al equipo médico que cada uno en su goce es un ser único e irrepetible y por ende resistente a cualquier universalización.
Este es uno de los aspectos más complejos a abordar en el día a día del trabajo dentro de una Institución Médica, en donde aparece un equipo con una multiplicidad de demandas de ayuda, en donde solicitan “corregir el aspecto comportamental” de tal o cual niño, porque es culpa de su comportamiento que ellos como equipo no pueden avanzar en el tratamiento de rehabilitación.  Y es aquí que retomo las palabras de Romildo Do Rêgo Barros, porque surge un trabajo paralelo al de la “Escucha” en la clínica y es el de “Hacer Escuchar”. El detalle de las palabras para las intervenciones con el equipo, así como la presentación de un sujeto niño que padece en un cuerpo físicamente enfermo, ayudan al derribamiento de las resistencias y de la mirada parcializada sobre un cuerpo, en la medida que se “Hace Escuchar” al síntoma de ese sujeto particular en La Institución.
            Para finalizar quisiera mencionar uno de los aspectos finales de la discusión dentro de la mesa redonda, la Formación del Analista. Ya que para poder sostener lo anterior se hace indispensable el no ceder en el deseo de formación en los principios del psicoanálisis, ya que será gracias al análisis personal y al apoyo de Grupo de Formación, lo que permitirá el sostenimiento de una práctica con una multiplicidad de factores. Niños con un cuerpo físicamente enfermo, muchas veces con dolores impensados, o padres devastados frente al encuentro con hijos gravemente dañados por una contingencia, muestran que no hay palabras que logren reducir el encuentro con lo Real.





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