domingo, 20 de diciembre de 2015

Ceremonia Titulación Primera Promoción Postitulo CEIP: Clinica e Intervenciones Psicoanalíticas: De Freud a Lacan.

CEIP
En una sentida ceremonia, el pasado 17 de diciembre, se hizo entrega del titulo correspondiente a los participantes del Postitulo Clínica e Intervenciones Psicoanalíticas: De Freud a Lacan. 
Tanto, Silvia Macri como Miguel Reyes, en su calidad de directores, hicieron mención a la trayectoria de estos dos años que, con sus altos y bajos, dejaron una importante huella que sin duda servirá de orientación para las nuevas promociones.
Joaquin Carrasco, por parte de los graduandos, dirigió unas palabras a la audiencia resaltando la excelente experiencia adquirida tanto en lo académico como en la calidad de los lazos que se establecieron entre los participantes a lo largo de estos dos años.
La ceremonia finalizó con un agradable cocktail en el cual se tuvo la oportunidad de compartir con los familiares acompañantes.


                             Silvia Macri Directora del CEIP. / Miguel Reyes: Director del Postitulo CEIP



                                                   Profesores del Postitulo y Graduandos.



Joaquin Carrasco dirige las palabras en representación de la promoción 2015
Miguel Reyes, Director del Postitulo CEIP



Miguel Reyes Silva se dirige a la audiencia.




De izquierda a derecha: Luis Huala, Juan Jose Palacios, Maria Paula Diaz, Sebastian Carvajal, Adolfo Villalon, Joaquin Carrasco, Paula Peralta y Paulina Salinas.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

Reseña De la sesión preparatoria al Xº Congreso AMP. Por: Alejandro Olivos.

RESEÑA DE LA SESIÓN PREPARATORIA AL Xº CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN MUNDIAL DE PSICOANÁLISIS


                                                    



« Les lundis de l’AMP, Vers Rio 2016 »
Sesión del 30 de noviembre del 2015 en la École de la Cause freudienne en París, animada por Laure Naveau, con la participación de Gérard Wajcman y Pierre Naveau.



Presentación del tema del Xº Congreso de la AMP

            Durante la sesión de clausura del IXº Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que tuviera lugar en Paris en abril del 2014, Jacques-Alain Miller establece una especie de continuidad conceptual entre las reflexiones que animan los diversos encuentros de la AMP, al presentar en su conferencia L'inconscient et le corps parlant[1]El inconsciente y el cuerpo hablante— el tema del próximo congreso, a realizarse en Rio de Janeiro en abril del 2016:
“En su día revelé […] la disciplina a la que había optado por ceñirme en la elección del tema para la AMP. Van de tres en tres, dije, y cada uno destaca una de las tres categorías de Lacan cuyas iniciales son R.S.I. Tras El orden simbólico en el siglo XXI y Un real para el siglo XXI, cabría entonces esperar que lo imaginario ocupara el primer plano.
¿Bajo qué forma podría hacerlo sino a título del cuerpo? ya que en Lacan se encuentra formulada esta equivalencia: lo imaginario, es el cuerpo.”

            El cuerpo condiciona todo aquello que el registro imaginario aloja de representaciones: significado, sentido y significación, incluyendo la imagen misma del mundo. Es en el cuerpo imaginario donde las palabras de la lengua hacen entrar las representaciones, las cuales constituyen un mundo ilusorio a partir del modelo de la unidad del cuerpo. Estas son algunas de las razones a favor de que, para el próximo congreso, se aborde el tema del cuerpo en la dimensión de lo imaginario. Sin embargo, el cuerpo cambia de registro en la última enseñanza de Lacan, en tanto cuerpo hablante. ¿Qué es el cuerpo hablante? “Ah, es un misterio”[2], dijo un día Lacan.

Así como el cuerpo cambia de registro, el inconsciente recibe un nombre nuevo en el ultimísimo [le tout-dernier] Lacan. Se trata de un neologismo. No se traduce. En el texto de 1973 titulado Télévision, Jacques-Alain Miller interpela a Lacan acerca de la palabra inconsciente: "El inconsciente, ¡que palabra tan rara!", a lo que Lacan responde: "Freud no encontró ninguna mejor, y no hay que darle más vueltas"[3], admitiendo que el término es imperfecto y desistiendo de toda tentativa de cambiarlo. Sin embargo, dos años más tarde, ya había cambiado de opinión, si se da crédito a su texto Joyce le Symptôme[4], donde propone el neologismo en cuestión, del cual profetiza que reemplazará a la palabra freudiana inconsciente, a saber: el parlêtre. Esto no figurará en el cartel del próximo congreso, señala Jacques-Alain Miller, pero se tratará, de hecho, del parlêtre en tanto que sustituye al inconsciente, en la medida que analizar al parlêtre ya no es lo mismo que analizar el inconsciente en el sentido de Freud, ni siquiera el inconsciente estructurado como un lenguaje:
“Propongo que sea esta operación la que nos brinde nuestra brújula para el próximo congreso. Esta metáfora, la sustitución del inconsciente freudiano por el parlêtre lacaniano fija un destello. Propongo tomarla como índice de lo que cambia en el psicoanálisis del siglo XXI, cuando debe tener en cuenta otro orden simbólico y otro real, distintos de aquellos sobre los cuales se había establecido.”


Sesión Preparatoria al Xº Congreso de la AMP

La intervención de Pierre Naveau durante la velada del 30 de noviembre en la École de la Cause freudienne fue consagrada a la exploración de las resonancias de la conferencia de presentación del tema del próximo congreso, a través del comentario del siguiente pasaje de Jacques-Alain Miller:
“El cuerpo hablante habla en términos de pulsiones. Esto autorizaba a Lacan a presentar la pulsión siguiendo el modelo de una cadena significante. Nos recuerda que las cadenas significantes que desciframos a la freudiana están conectadas [branchées] al cuerpo y que están hechas de substancia gozante.”

Jugando con el equívoco que le permite la lengua francesa, a través de la homofonía entre raison y résonance  —razón y resonancia—, Pierre Naveau comienza su intervención señalando que, a la razón desde Freud, viene a articularse la resonancia desde Lacan. En la primera sesión del Séminaire XXIII: Le Sinthome, Lacan afirma que “es únicamente por medio del equívoco que la interpretación opera”[5], precisando enseguida que “es necesario que haya algo en el significante que resuene; es un hecho: la palabra tiene un efecto”. Lacan avanza entonces una aserción frecuentemente citada: la pulsión es el eco en el cuerpo del hecho que hay un decir. La pulsión, en el sentido de Freud, corresponde por consiguiente a lo que surge como resonancia, en el sentido de Lacan, de un decir en el cuerpo. Lo que se designa como pulsión indica, de este modo, que el cuerpo es sensible al decir en cuestión. Que haya algo en el significante que resuene, significa por lo tanto que hay algo, en el cuerpo, que responde. Esta correspondencia va de la mano con la resonancia. Lo que responde en el cuerpo, es lo que Lacan designa como la voz. Dicho de otro modo, la resonancia da una voz al cuerpo, el cual, por este medio, se pone a hablar: se vuelve entonces el cuerpo hablante.

Cuando Lacan afirma que no hay acontecimiento sino de un decir, se puede entender dicha afirmación en el sentido en que este acontecimiento es, de manera más precisa, un acontecimiento de cuerpo. A este respecto, resulta esclarecedor el comentario de Jacques-Alain Miller según el cual el acontecimiento de cuerpo es un acontecimiento de discurso que ha dejado huellas en el cuerpo. Este comentario, que data de 1999[6], se ubica en el momento en que Jacques-Alain Miller despliega la definición del síntoma propuesta por Lacan en su conferencia Joyce le Symptôme, a saber: el síntoma es un acontecimiento de cuerpo.

El cuerpo hablante sería entonces el cuerpo en el cual los acontecimientos de discurso han dejado huellas; esto es lo que constituye la singularidad del ser hablante. Dicha singularidad deriva, en efecto, de lo que sucede en su cuerpo, es decir de aquello que, de la historia de un sujeto, se escribe en su cuerpo por medio de huellas. Resulta pertinente recordar aquí la precisión que aporta Jacques-Alain Miller con respecto a lo que llama Biología lacaniana: “Las huellas en cuestión perturban [dérangent] el cuerpo”[7]. Ahora bien, sobre este punto, Pierre Naveau pone especial énfasis en el siguiente pasaje del comentario de Miller: “Estas huellas hacen síntoma en el cuerpo, pero solamente en la medida en que el sujeto en cuestión sea apto para leer esas huellas, para descifrarlas”. Por consiguiente, un acontecimiento de cuerpo hace síntoma a condición que haya, en el sujeto en cuestión, una aptitud para descifrar huellas, una capacidad para leer un síntoma. Pierre Naveau precisa entonces que el hombre no puede identificarse con el síntoma. Para poder identificarse con el síntoma, es necesario tener un psicoanalista. Como lo señalaba Eric Laurent, el psicoanalista forma parte del cuerpo hablante. Que haya un psicoanalista allí, y que por consiguiente, como se expresa Lacan, haya una interpretación que opere, ello permite que el eco en el cuerpo sea percibido, y que la resonancia pulsional sea escuchada. Sin embargo, para que esto suceda, es necesario, todavía, que dicha resonancia pulsional esté articulada, para así poder ser escuchada. La cuestión que se plantea entonces es, en efecto, la de la relación entre la pulsión y el significante.    

Esta cuestión constituye, de hecho, el hilo conductor de la intervención de Pierre Naveau durante la sesión del 30 de noviembre, quien se aboca entonces, para su elucidación, al comentario del pasaje previamente mencionado de la conferencia de Jacques-Alain Miller, L'inconscient et le corps parlant:
“El cuerpo hablante habla en términos de pulsiones. Esto autorizaba a Lacan a presentar la pulsión siguiendo el modelo de una cadena significante. Nos recuerda que las cadenas significantes que desciframos a la freudiana están conectadas [branchées] al cuerpo y que están hechas de substancia gozante.”

Cuando Lacan afirma, en el Séminaire XXIII: Le Sinthome, que hay algo en el significante que resuena, quiere decir con esto que el significante se conecta [se branche] al cuerpo, y que dicha conexión remite a la irrupción de lo que llama la substancia gozante, es decir, a algo cuya causa es, justamente, la contingencia del surgimiento, en el cuerpo, de la resonancia del significante. Se trata, en efecto, de causa, ya que Lacan, refiriéndose en su Séminaire XX: Encore a la Teoría de las cuatro causas de Aristóteles, sitúa el “significante como causa del goce”[8] —más precisamente: como causa material del goce—. La hipótesis que propone entonces Pierre Naveau es que la pulsión, la cual silenciosamente sigue su camino, encuentra en el síntoma, en tanto acontecimiento de cuerpo, la articulación significante cuyo descifrado posibilita su lectura. Es en este punto de anudamiento que adquiere todo su valor la expresión de Jacques-Alain Miller: leer un síntoma.

Así pues, el acto analítico adquiere todo su alcance en relación a aquellos acontecimientos de cuerpo que han dejado huellas, a menudo, imborrables. Desde este punto de vista, el psicoanálisis revela que el sujeto sufre, esencialmente, de cosas que le han sido dichas. He ahí un punto decisivo. Jacques-Alain Miller, habiendo justamente señalado que el sujeto, en efecto, está enfermo de ciertos enunciados, sostiene que la interpretación consiste en enviar anti-misiles calibrados para pulverizar aquellos enunciados de los cuales el sujeto sufre. La cuestión que se plantea entonces es la de cómo articular las dos vertientes que Lacan elucidó respecto de la interpretación, a saber, que es por medio del equívoco que ella opera, y que, por otro lado, tiene como objetivo aniquilar la fuerza destructiva de ciertos enunciados. Respecto de este punto, algunos de los testimonios de los AE —Analyste de l’École— han respondido a esta cuestión; la articulación de que se trata queda allí esclarecida de manera ejemplar: se produce entonces lo que Jacques-Alain Miller ha llamado un acontecimiento de pase.  


Establecimiento y traducción de Alejandro Olivos
Diciembre del 2015




[1] Jacques-Alain Miller, « L’inconscient et le corps parlant », in Le réel mis à jour, au XXIe siècle, Collection Huysmans, Paris, 2014 (versión castellana disponible en la página web de la AMP).
[2] J. Lacan, Le Séminaire, Livre XX: Encore ; Editions du Seuil, Paris, 1975, p. 118.
[3] J. Lacan, « Télévision », in Autres Écrits ; Editions du Seuil, Paris, 2001, p. 511.
[4] J. Lacan, « Joyce le Symptôme », in Autres Écrits ; Editions du Seuil, Paris, 2001, p. 568.
[5] J. Lacan, Le Séminaire, Livre XXIII: Le Sinthome ; Editions du Seuil, Paris, 2005, p. 17.
[6] J.-A. Miller, « Biologie lacanienne et événement de corps », in La Cause freudienne, N° 44, Paris, Février 2000.
[7] J.-A. Miller, « Biologie lacanienne et événement de corps » ; op. cit., p. 34.
[8] J. Lacan, Le Séminaire, Livre XX: Encore ; Editions du Seuil, Paris, 1975, p. 27.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

El teatro secreto de la pulsiòn. J.A. Miller. Traducción: Alejandro Olivos

EL TEATRO SECRETO DE LA PULSIÓN
Por Jacques-Alain Miller


            Serial killer, el término es  nuevo. Surge a finales de los años ’70, en Norteamérica, siendo los Estados Unidos de lejos la tierra más fecunda en asesinos en serie. Una inmensa literatura les ha sido consagrada, en donde el interés mórbido tiene por supuesto su lugar, pero también el interés público: ¿qué rasgos sería pertinente identificar para circunscribir la identidad de un “sospechoso desconocido”? ¿Cuáles serían los indicadores que permitirían reconocer la pertenencia a una serie de crímenes aislados? ¿Cómo detectar al asesino en serie antes de que pase al acto? ¿Es posible predecir, respecto de tal o cual niño, que se convertirá en asesino en serie? Estas son algunas de las interrogantes que la investigación científica se ha planteado desde hace ya unos quince años. Los expertos que han intentado responderlas son policías y psicólogos; más recientemente, se ha solicitado a la bioquímica, las neurociencias y la imaginería por resonancia magnética.

            Elementos clínicos: Las entrevistas con asesinos en serie han puesto en evidencia algunos elementos clínicos recurrentes. Por ejemplo, la “tríada MacDonald”: el serial killer en germen presentaría en la prima infancia tres marcadores sintomáticos asociados: la enuresis, la piromanía y la crueldad hacia los animales. Se señala a menudo las perturbaciones de la relación con la madre: relación incestuosa y marcada por el sadismo, con una madre calificada de monstruosa. Se le atribuye el ASPD (Antisocial Personality Disorder - Trastorno antisocial de la personalidad), que agrupa a sujetos irresponsables, impulsivos, intolerantes a toda frustración, carentes de empatía y afecto, manipuladores, despreciando y transgrediendo las reglas de la vida en común, las normas sociales, los códigos culturales, los derechos y los sentimientos de los demás. Sin embargo, no todos estos sujetos se convierten en asesinos en serie.
            De hecho, el saber más consolidado es de orden tipológico, según las normas de la FBI Academy de Quantico. Para ser reconocido como serial killer en el sentido del FBI, es preciso haber asesinado al menos tres personas en el transcurso de al menos tres episodios distintos a lo largo del tiempo. Se enfatiza el lapso de tiempo que debe separar un acontecimiento del siguiente. El concepto de serie exige en efecto que las acciones criminales en cuestión constituyan, cada una de ellas, una unidad de acto, aislable como tal. El intervalo temporal se supone como estando ocupado por un cooling-off (enfriamiento) que interrumpe el continuum emocional del acto.
Cuando no hay discontinuidad temporal y emocional, no se trata de serial killing, sino de mass murder. El mass murderer asesina al menos cuatro personas en el mismo lugar y al mismo tiempo, o durante un lapso corto de tiempo, de manera que la matanza constituye un solo y mismo acontecimiento. La frecuencia de estos mass murders está en constante aumento en todo el mundo desde los años ‘80, especialmente en los Estados Unidos.                     

            “Lobo solitario”: Hace ya unos quince años, el sociólogo Denis Duclos veía en los hate crimes —crímenes de odio— contra miembros de comunidades étnicas, religiosas, sexuales, nacionales y sociales, los “síntomas de una sociedad norte-americana fragmentada” por la dimisión del Estado. Ahora bien, dichos crímenes han dejado de ser excepcionales en Europa. A partir de la tercera, las tres matanzas del “asesino del scooter” han sido interpretadas de la misma manera: como hate crimes racistas contra sujetos considerados como contaminadores de la identidad nacional.
            El acontecimiento resuena evidentemente con el reciente mass murderer noruego: se sospecha también en este caso una personalidad paranoica del tipo “lobo solitario”, cuyas fechorías son las más difíciles de anticipar. Se especulará durante mucho tiempo sobre los elementos sociales y culturales que lo habrían influenciado: la campaña electoral, en primer lugar, con las pasiones que desencadena; luego, y de una manera más general, los fantasmas de pureza, la xenofobia declarada o encubierta. Es un hecho que, ahí donde la izquierda de la izquierda espera insurrecciones colectivas, las ideologías de extrema derecha alaban y alimentan de buena gana el heroísmo individual del odio.
            El odio es la más intensa de las pasiones. El amor concierne las apariencias, mientras que el odio es radical: apunta al ser. Puede llegar a abrochar [agrafer] todo el universo mental de un sujeto, supliendo de este modo el agujero abierto de su psicosis. Cuando este odio pasa al acto con niños pequeños, el teatro secreto de la pulsión se revela como “teatro de la crueldad” (Antonin Artaud). Surge entonces “el terror, el horror, el escalofrío sagrado”. Ya que cada uno de nosotros, por mucha compasión que pueda sentir, es también solicitado en su parte irreductible de inhumanidad, sin la cual no hay humanidad que se sostenga.


Artículo publicado en la revista semanal francesa “Le Point” del 22 de marzo del 2012
Traducción de Alejandro Olivos

             

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Clínica diferencial del autismo y la psicosis infantil. Por: Alejandro Olivos

CLINICA DIFERENCIAL DEL
AUTISMO Y LA PSICOSIS INFANTIL
Por: Alejandro Olivos*

« A medida que el número de descripciones de niños
psicóticos aumenta, dos síndromes claramente
distinguibles  aparecen: por una parte el autismo
 infantil precoz,  por otra la esquizofrenia infantil. »
Frances Tustin[1]

La diferenciación entre autismo de tipo Kanner y psicosis infantil –clásica en psiquiatría y regularmente observada en la clínica– se ha disuelto hasta el punto de desaparecer de la mayoría de los trabajos, publicaciones y clasificaciones actuales. Las nociones de “espectro autista” o de “trastornos generalizados del desarrollo” no toman en consideración la antigua psicosis o pre-psicosis infantil, la cual ya no aparece más como síndrome específico en las clasificaciones actuales –DSM-IV o CIE-10–. Resulta sorprendente esta desaparición, siendo que la experiencia clínica pone de manifiesto de manera regular cuadros clínicos específicos, diferenciados y autónomos.
El síndrome descrito por Leo Kanner bajo la denominación de Autismo infantil precoz se caracteriza justamente por la precocidad de la aparición de los síntomas, los cuales se manifiestan desde el inicio mismo de la vida. De este modo, la edad de aparición de los trastornos se constituye como uno de los principales criterios diferenciales entre autismo y psicosis infantil, tal como lo señala Leo Kanner en su artículo princeps de 1943 titulado Autistic disturbances of affective contact:
« Incluso en los casos más precoces de irrupción de la esquizofrenia infantil, incluyendo la demencia precocísima de Sancte de Sanctis y la demencia infantil de Heller, las primeras manifestaciones observables estaban precedidas de dos años de desarrollo esencialmente normal. Las anamnesis ponen el acento en un progresivo cambio de comportamiento del niño.
Los niños de nuestro grupo, en cambio, han manifestado un extremo retraimiento desde el inicio de sus vidas, ignorando todo aquello que venía del mundo exterior. »[2]

La edad de aparición del cuadro clínico permite entonces establecer la delimitación de dos categorías dentro del marco de los síndromes psicóticos precoces: por un lado, el autismo de tipo Kanner, y por otro las llamadas “formas regresivas precoces”.
La categoría clínica de las “formas regresivas precoces” ha sido promovida por la corriente paidopsiquiátrica francesa para dar cuenta de aquellos síndromes cuya sintomatología sobreviene después de un período de desarrollo normal. Las modalidades de aparición del cuadro clínico se caracterizan por un inicio brutal o insidioso, entre el segundo y el tercer año de la vida, inserto en un proceso que rompe con la línea del desarrollo acarreando una pérdida de las adquisiciones y una ruptura del contacto con la realidad. Una deterioración psicótica sobreviene entonces, a lo largo de los estadios críticos del desarrollo o de períodos sensibles ligados a las relaciones con el entorno, a factores exógenos, condiciones de vida modificadas, o bien luego de una separación o un traumatismo afectivo. La sintomatología comprende trastornos psicomotores –estereotipias y manierismo– de tipo catatónico, trastornos del lenguaje y de la esfera afectiva, risas inmotivadas, actitudes de bizarrería, crisis de pánico y accesos clásticos de cólera. La evolución del cuadro clínico se caracteriza por una regresión con reaparición de comportamientos arcaicos, conduciendo rápidamente a un estado demencial.
Con esta categoría clínica –y con estos presupuestos teóricos– la corriente paidopsiquiátrica francesa retoma los cuadros clásicos de la demencia precocísima –descrita en 1908 por Sancte de Sanctis a partir de la dementia praecox de Emil Kraepelin[3]–, la demencia infantil –presentada por Thomas Heller en una monografía de 1909 consagrada a la demencia en el niño[4]– y la esquizofrenia infantil –noción introducida en 1933 por Howard Potter a partir de los trabajos de Eugen Bleuler, articulados al concepto psicodinámico de regresión[5].
La edad de inicio y las modalidades de aparición del cuadro clínico, como criterios diferenciales entre autismo y psicosis infantil, serán retomadas en los años cincuenta por Margaret Mahler en su conceptualización de la “psicosis simbiótica”. Inspirada por la corriente de la Ego-psychology –promovida en los Estados Unidos por Heinz Hartmann– y apoyándose en el concepto de “separación-individuación”, Margaret Mahler aísla una forma clínica que denomina “síndrome simbiótico”:
« Durante la primera presentación de mi ensayo sobre la psicosis infantil en Amsterdam en 1951, mantuve una distinción muy neta entre los dos tipos de psicosis infantil, el “síndrome del autismo infantil” y el “síndrome simbiótico”.
El autismo infantil precoz representa una fijación o una regresión a esta primera fase de la vida extra-uterina, la más primitiva, aquella que hemos llamado la fase autística normal. El hecho que la madre, como representante del mundo exterior, no parezca en absoluto ser percibida por el niño constituye el síntoma más evidente. […]
El síndrome simbiótico representa una fijación, o una regresión a un estadio más diferenciado del desarrollo de la personalidad que el síndrome autístico: es decir al estadio del objeto parcial que aporta satisfacción de las necesidades. Por lo tanto, en aquellos niños presentando una psicosis esencialmente simbiótica, los cuadros clínicos son infinitamente más complejos, matizados y variables que en los casos de autismo infantil precoz. »[6]
 
Formada en la Tavistock Clinic y de inspiración kleiniana, Frances Tustin, retomando la noción de “autismo normal” avanzada por Margaret Mahler para caracterizar las primeras semanas de la vida, propone una sistematización por tipos de autismo. De este modo, separa el “autismo primario normal” del marco del autismo propiamente patológico o “secundario”, en el cual distingue dos formas clínicas: el “autismo secundario encapsulado” y el “autismo secundario regresivo”:
« En el estado actual de nuestros conocimientos sobre las psicosis del niño, un diagnóstico diferencial, según el tipo de autismo, constituye una manera provisoria y útil de clasificar los desordenes psicóticos de la infancia, sobre la base de un rasgo crítico de su psicodinámica.
A medida que el número de descripciones de niños psicóticos aumenta, dos síndromes claramente distinguibles aparecen: por una parte el autismo infantil precoz, por otra la esquizofrenia infantil. […]
Para precisar a qué tipo de autismo pertenece cada uno de estos síndromes, podemos decir que el autismo infantil precoz entra en la categoría del autismo secundario encapsulado, y la esquizofrenia infantil en la categoría del autismo secundario regresivo. »[7]

En el caso del “autismo secundario encapsulado”, se trata de una inhibición como mecanismo de defensa, de una prolongación anormal del autismo primario. El retraimiento que presenta el niño se manifiesta desde el inicio mismo de la vida, mientras que en el caso del “autismo secundario regresivo” se trata de una dislocación que sobreviene después de un período de desarrollo normal:
« En ciertas condiciones patológicas, pareciera que el desarrollo haya seguido un curso normal, pero reposa sobre bases muy inestables. […] En un cierto momento el desarrollo del niño se disloca y sobreviene una regresión de la personalidad, la cual casi no se había desarrollado. »[8]

Se trata en este caso de una “regresión como mecanismo de defensa”, según la concepción de Frances Tustin. El síndrome aparece de manera insidiosa, en el choque emocional posterior al destete, al nacimiento de un hermano, la separación de la madre o algún otro tipo de traumatismo.

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